Amenazas

Filed under , , , by Isabel Soriano on 12:30

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Estoy pensando en el sentido que tienen las amenazas y sus aplicaciones en la política. Yo las distinguiría en amenazas reales y amenazas figuradas, las primeras fruto de una situación de ventaja respecto a tu adversario las segundas son fruto de la cobardía de quienes las profesan, que generalmente se presentan a modo de farol. ¿Cómo identificarlas? de manera sencilla, comprobando el escenario y la causa que ha provocado la situación amenazante, valorando el poder de las acciones que se puedan emprender y por supuesto, conociendo la solvencia personal de quien amenaza.

Las cosas se ven mejor en los ejemplos, veamos pues uno de amenaza real. Los sindicatos amenazan con una huelga general si prospera la propuesta del gobierno de elevar la edad de jubilación a los 67 años. Podemos identificar un escenario propicio para los sindicatos, una propuesta del gobierno que estos sindicatos argumentan como un perjuicio al trabajador y una solvencia del amenazante, que avalan los muchos votos que puede perder el gobierno si ejecutan la amenaza. Por tanto la salida es, forzosamente, tratar de solucionarlo mediante le dialogo o dar un paso atrás.

La amenaza de moción de censura por parte del Partido Popular es un ejemplo de las amenazas figuradas, las que van de farol. Por que el escenario es totalmente desfavorable, les faltan 23 diputados dispuestos a apoyarla aunque ahí queda a modo de globo sonda por si aparecen apoyos, la propuesta no tiene valor porque la moción de censura ha de ser constructiva, y debe serlo porque pretende prevenir de intenciones meramente destructivas (como sería el caso), además, la generosa lista de cargos imputados por delitos económicos con la que cuenta el proponente choca con su solvencia como alternativa al Gobierno.

Y, si acaba siendo un recurso muy utilizado debe ser por lo sencillo y gratuito que resulta intimidar.  En política es común que una actitud contraria, un escenario adverso, una artículo incomodo  se conviertan en el detonante que hace saltar la chispa que prende las sensibilidades más volátiles y los ánimos ignífugametne inestables.
De modo que queda bastante claro que no es recomendable emplear la energía en amenazar infructuosamente, a mi juicio, una vía de escape inmensamente más agradable y relajante sería dedicar esa energía, no sé... al sexo.

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